Lo bueno de nacer en una familia humilde, es que si todo va bien y no te tuerces por el camino, aprendes a valorar las cosas. Trabajamos y nos cuesta lo nuestro comprarnos unos pantalones de 30€ de una marca conocida, o directamente o al menos yo, preferimos comprarnos dos pantalones de marca “nisu” por el precio de una “gran marca”…
Cuando llegas a rodeo drive, donde la prenda mas barata tiene 3 cifras de precio, te das cuenta de que la gente no valora esa ropa, no se siente especial por ponerse un vestido y verse bonita, no le cuesta dejar tres o cinco billetes por una cartera del tamaño de un paquete de tabaco.
Les llevan hasta la puerta con un coche o limusina (mientras “los pobrecitos” nos hacemos fotos con ellos), les esperan en el comercio con la mejor de las sonrisas y el mejor de los trajes, con un lunch para que recuperen fuerzas (vaya que se cansen de gastar dinero) y una copita o gin tonic (todo el mundo sabe que comprar provoca una deshidratación brutal) y por supuesto detrás de la susodicha pretty woman va el pobre Jeffrey cargado de bolsas con todos los cientos de conjuntos que la señorita se ha comprado para lucirlos en la próxima cena de gala que tenga con el resto de amigos/as que previamente habrán llevado a cabo el mismo ritual que el/ella
Y dos tiendas mas adelante ves a una niña de unos ocho años de
edad gritando a su madre porque necesita ese vestido de 1500 dólares que hay en
el escaparate, con pose de niña malcriada, con un bolso en el brazo de carolina
herrera que probablemente valga mas que medio de mi armario…
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